El experto e investigador Juan Represa de la Guerra ha asegurado en Palma que "no existe fundamento científico" en la creencia de que las antenas de telefonía móvil causan problemas para la salud y asegura que alejarlas de los núcleos de población puede ser peor a efectos de exposición a la radiación.
El investigador del Instituto de Biología y Genética Molecular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha realizado estas manifestaciones antes de participar en una jornada organizada por la Asociación Española de Ingenieros de telecomunicación de las Islas Baleares, precisamente para desterrar algunos mitos en torno a estas infraestructuras.
El también catedrático del departamento de Anatomía Radiológica, Terapéutica Física y Medicina Nuclear de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid atribuye a una "información insuficiente" las denuncias de que estas estaciones tienen efectos nocivos sobre la salud (siempre y cuando cumplan con los límites de emisión fijados) y se muestra extrañado de que haya tantas suspicacias en torno a las antenas y no sobre los propios móviles.
"Cuando el móvil está a más de siete metros de la antena, nos llega más radiación del aparato que de la antena", añade el experto, quien afirma que por ello siempre es mejor utilizar el terminal cuando hay mucha cobertura o antenas cerca, pues eso quiere decir que hay una cantidad de ondas electromagnéticas "óptima".
No obstante, aclara que tampoco hay evidencias de riesgo para la salud en el uso del teléfono móvil, a lo sumo una subida de la temperatura corporal que en principio no entraña peligro. "Harían falta 200 aparatos pegados a la cabeza para que la temperatura corporal aumentara medio grado, algo que por otra parte tampoco sería muy grave", añade el profesor.
Considera además que "para la salud, lo más conveniente es que haya más antenas que emitan menos", de forma que no se tenga que usar toda la capacidad del teléfono móvil para hablar.
En otro momento de su intervención, el científico ha aclarado que las denominadas "zonas sensibles" como los colegios o los hospitales son tales a "efectos de incumplimiento" de la normativa vigente, esto es, que su definición no implica que exista riesgo de salud por la cercanía de este tipo de antenas, informa Efe.
También afirma que la aplicación de niveles más restrictivos de emisiones que los dicta la Organización Mundial de la Salud (OMS), como ocurre en España, no implican más garantías para la salud de los ciudadanos, sino más trabas a la hora de ofrecer servicios que requieren este tipo de redes.
Recuerda que cuestiones como el desarrollo de la telefonía de tercera generación "lo de menos" será poder hablar, ya que de ella dependerán una serie de nuevos servicios que, en el caso de la medicina, podrán suponer avances similares a los que implicaron la "anestesia o los antibióticos", ya que se abrirá la posibilidad de realizar diagnósticos en tiempo real desde lugares alejados.
Se muestra convencido de que con todo esto ocurrirá lo mismo que en su día con el ferrocarril, que en un principio se le atribuyó ser el origen de la difteria y al final todos quieren que el tren llegue a su ciudad.
El experto insiste en que en "50 años de estudios" de las ondas radioeléctricas no hay pruebas de que las antenas causen algún mal y lamenta que lo peor de asociar determinadas enfermedades con estas instalaciones es que se deja en un segundo plano el verdadero motivo que las ocasiona.
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